



Montaña de tierra roja/Fotografía de paisaje antioqueño impresa sobre soporte rígido elaborado mediante la tala y descomposición provocada de maderas nobles y blandas con resinas y cera para formar fibras de madera/Juego de vajilla tradicional antioqueña (serie de 3 piezas fracturadas y reconstruidas, donde las grietas son interpretadas como carreteras entre las colonias antioqueñas y sus intersecciones como poblados fundados cuyos topónimos están impresos sobre la cerámica)
Dimensiones: 150 cm x 100 Ø
Año: 2017
Reseña:
Ocupar un territorio es igual a nombrarlo, lo que a su vez conlleva la destrucción del orden anterior, de la misma forma en que al nominarlo y darle origen desde la palabra, implica la ruina del silencio previo.
En este mismo sentido puede decirse que fundar es frecuentemente destruir y la colonización antioqueña en aquel aislamiento del siglo XVII y XVIII fundó tantos latifundios y minifundios, como creó topónimos y lugares que no ha parado de arrasar al ponerlos a su servicio.
El “ethos” paisa funda gran parte de su arraigo en la posesión de la tierra, en la nominación y fundación de lugares, en la ocupación y colonización de lo colonizable y de todo aquello que lo rete. Al parecer hay mucha “berraquera” por probar. En suma, es un “ethos” profusamente moderno, pues arrasar no sólo es una característica reconocible del paso de los paisas en la amenaza que José Antonio Cano esgrimiera en su “horizontes”, sino una certeza en la evidencia de territorios que se fracturan por la ocupación de la voracidad antioqueña. No es gratuito que con una de las áreas más agrestes y diversas, esta región posea más municipios que cualquiera departamento en el país.